Swimming pool
La más vieja es una escritora reconocida en Inglaterra. Escribe una saga –léase best-sellers– de crímenes y detectives que vende millones de ejemplares.
La más joven es hija de un magnate editorial inglés, que reparte su tiempo entre trabajos temporales y una vida disipada.
A la más vieja le llega un momento de atosigamiento de aquella cotidianidad en la que vive; su editor le recomienda entonces que viaje a Francia y se hospede en una casa que él tiene en las afueras de París.
La más joven no vive ni con su madre ni con su padre, vaga sola de un lado a otro, tropezando, levantándose; su padre, por cierto, es el editor y publicista de la más vieja.
La más vieja decide alejarse de Londres y en tren viaja a Francia; se hospeda en la casa que le había ofrecido su editor.
La más joven, recién despedida de su último empleo, llega también a la casa donde se ha alojado la escritora.
La más vieja, en un primer momento, asume una actitud hostil y de alejamiento respecto a la más joven; se recluye en la escritura y corrección de su última novela.
La más joven sale todos los días y por la noche regresa con un hombre, siempre distinto al del día anterior.
La más vieja, superando el desorden y modo de conducir su vida de la más joven, acaba por interesarse en ella –esa vocación indomable de inquirir, de escribir.
La más joven, al notar este cambio en la más vieja, primero desconfía, pero acaba contándole los avatares –casi siempre lamentables– de su vida.
La más vieja, un día, deja de lado la escritura de su saga de crímenes y detectives y comienza a escribir la historia de la más joven –sin conocimiento de ésta.
La más joven, cierta mañana, intrigada por saber lo qué la más vieja estaba escribiendo, se introduce en su habitación y lee el borrador de la novela: se da cuenta de que la más vieja escribe su historia. Y decide seguir el juego….
¿Cómo es posible distinguir entre la realidad y la ficción? ¿Es ético, o cuando menos aceptable, que el autor, movido por construir un mundo ficcionalizado, altere la realidad? ¿Es posible que la realidad, mano humana de por medio, pueda considerarse ficción al traslaparla al papel? ¿La ficción supera a la realidad, o es al revés?
Estas y otras preguntas quedan en el aire al ver este filme de Francois Ozon, titulado precisamente Swimming pool, cuya reseña aquí quedó a la mitad, para que a los posibles visitantes de este blog les quede el gusanito y se animen a verla alguna vez.
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