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Vengo del corazón a mis trabajos

Síndrome macondiano

Síndrome macondiano




La desmemoria es un laberinto donde a veces se avanza con los ojos vendados, en otras se va hacia atrás creyendo lo contrario, en algunas más se sigue un derrotero en círculos, y esa circularidad, pasado el tiempo y recorrida la distancia, nos coloca de nueva cuenta en la línea de salida: ese es el principio del abismo.


Esto le ocurre a mi tía Rafaela, tía de mi madre para ser exactos. 92 años cumplidos tiene esta mujer a quien yo confundía, siendo niño, con mi abuela, por su asolador parecido.


Quizás ella pertenece a ese encomiado grupo de los fundadores de Macondo, que en sus primeros días, encandilados por el sol, errantes en arenas densas que se extendían por los cuatro puntos cardinales, olvidaron en cierto momento cómo había que nombrar las cosas; se trataba de un proceso paulatino de olvidos, por lo que se vieron obligados a colgarles papelitos con su nombre a los objetos reconocibles, y a inventar otros para aquellos de los que ya habían echado al olvido.


La hermana de mi abuela ya ha dejado atrás todos los nombres, al menos aquéllos que comprenden ese reducido universo de sus «seres queridos».

 

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