Hakuna matata .
Hace un rato, mi jefe inmediato me llamó a junta, ¡sólo a mí!; así que, de entrada, supuse que el asunto no iría bien.
Adquirió un rostro serio, aclaró una dos tres cuatro veces la garganta antes de hablar, y entonces soltó una cantaleta que, más allá de una preocupación inicial, me resulta, en el fondo, divertida, y es que a veces la vida se convierte en un tobogán divertido al que no se le ve fin. En fin, en fin (para ponerme cacofónico).
En pocas palabras dijo que mi trabajo dejaba que desear, que podía dar más, que está llevando a cabo una reestructuración y que si le preguntaran en este momento yo quedaría fuera de su esquema de trabajo, y para rematar sentenció que a partir de hoy estaré a prueba durante un mes. ¡Carajo! qué elocuencia y propiedad del señor. Señalarle algunos errores más que evidentes no es retroalimentación, sino un desafío llano y puro, pues ayer mismo su cara se petrificó cuando se percató que había cometido un yerro menor y yo, junto con otro, soltamos una carcajada mesurada, viéndole el lado cómico; el asunto es que lo tomó, como dicen, «muy a pecho».
Se me estaba olvidando que lo primero que dijo, y creo que de ahí partió la elaboración y estructura de su discurso fue esto: «En la primera junta que tuvimos creo que fui muy claro (esto lo repitió en tres ocasiones) respecto a que yo soy tu jefe inmediato, y te fuiste de vacaciones sin consultarme, sólo me avisaste el día que te ibas; lo trataste directamente con el director. Y si hay algo que no tolero es que pasen por encima de mí». (A esto, lo quiero aclarar –y se lo argumenté–, puedo decir que no fue mi intención ignorarlo o saltarme su autoridad, así lo hice porque así siempre ha sido –esto de los procedimientos a veces resulta contraproducente; en fin en fin –la cacofonía me persigue–, qué se le va a hacer).
La intención de escribir esto no es más que referir que de veras me parece una situación divertida –con sus asegunes, por supuesto. Y lo divertido no proviene en sí de mi posición en la cadena de trabajo –porque, sin pretensión ni arrogancia, creo que hago mi trabajo según los lineamientos estipulados–, sino en que, cosa extraña, su «disfrazada amenaza» la considero no más que una cosa que se dijo por no decir otra. Quizá todo esto pueda dar a entender que soy un irresponsable o que me tiro a la dejadez y soy conformista, pero creo que en ocasiones hay que salirse de la tangente para no topar en pared.
Ahora sí que hakuna matata….
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