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Vengo del corazón a mis trabajos

Miércoles… eternos miércoles

Miércoles… eternos miércoles

 



V

El miércoles viene y se instala con su cara de indolencia

Ando tambaleante, me recargo en sus paredes

Ando queriéndole tocar su indolencia; pero
el miércoles, lo descubrí, es intocable

En él todos los pasos pierden su hondura

Es invencible. Es invencible. Es invencible…

El miércoles no se duele a sí mismo. Me duele a mí... Nos duele

Si el miércoles no viniera arrastrando su indolencia ni tampoco
restallando sus pasos de tajo en tajo,
ya no andaría yo recargándome en sus paredes

–Cuando, agotado, le beso los labios al miércoles, estás allí–.


(Estos días de media semana no han perdido su aspecto de largos ratos e impersonales. Este poema pertenece a una serie titulada precisamente «Los miércoles», capítulo de un poemario en proceso de edición e impresión cuyo nombre será «En un día de éstos»)

 



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