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Vengo del corazón a mis trabajos

Ayer, en un café

Ayer, en un café




Por encima del periódico, su mirada invariablemente se perdía en un rincón. Unos cuantos pasos más allá, de una esquina descendía aquel jazz melancólico a ratos y relampagueante en otros movimientos.

Sus largas piernas, que terminaban en sandalias con adornos de colores pardos, se cruzaban y descruzaban cada cierto tiempo; y la mirada se sumergía y emergía mientras tanto.

La lluvia parecía un espectáculo sordo más allá de los gruesos cristales de la cafetería en aquel momento atestada de conversaciones y pies diligentes en busca de mesa.

La mujer, no rubia a fuerzas ni tampoco morena quedito, desde su atalaya, llevaba su pelo de un lado a otro, y su rostro por momentos, con la luz directa de las lámparas y matizada por aquel oleaje gris que se colaba de la calle, adquiría un semblante taciturno, apagado.

En un descuido el periódico se le fue de las manos y éstas tropezaron con el café; apurada, antes dio un rápido vistazo alrededor, recogió el pliego y enderezó el vaso térmico que no derramó el líquido.

Una vez más clavó sus ojos en aquel rincón; parecía seguir la música y extraviar la lectura, aunque también parecía esperar algo. Toda ella se dirigía a una concentrada erupción.

Al poco rato, mientras ella fingía leer, del rincón donde dejaba sus ojos salió un tipo que ni la miró ni se detuvo en su mesa, iba del brazo de una morena que sí le dedicó un desdén monumental, pero aquél ni pareció notarlo.

Segundos después la mujer largó el periódico y apuró su café; abandonó el lugar cuando el último solo de jazz se dispersaba por encima de las cabezas y salía a la lluvia cuando ella abrió la puerta.

La miré irse por la misma dirección que había tomado la pareja. Volví a mi lectura y le pedí a una de las dependientas que retrocediera la última pieza del disco que recién terminaba…

 

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Mundel -

me encantan los escritos de momentos, de escenas, de instantes, de vida cotidiana.