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Vengo del corazón a mis trabajos

Los idiotas

Los idiotas

 

Ayer quedé consternado; además de que mi cabeza acabó dando vueltas, como si recién me hubiese bajo del «Mundo» o de las «Tazas voladoras».
Quedé consternado por el planteamiento de la película Los idiotas, del danés Lars Von Trier. Se trata de un filme que aborda, no la intrincada problemática ni las continuas vicisitudes que se ven obligados a sortear en su vida cotidiana, el tema de las personas que acusan retraso mental. Von Trier retrata, de manera ácida, crítica y quizás terrorífica desde un plano nunca tomado, a este grupo de personas, pero también a quienes padecen síndrome de Down y, como parte de un todo, a aquellos que nos consideramos seres normales, comunes y corrientes. El engranaje de la sociedad, ya se sabe, incluye a todo tipo de personas, y funciona gracias a la entrada y salida, a la perfección y con hora precisa –en una especie de mecanismo–, de todos y cada uno de los seres vivos. En este monstruo de millones de cabezas también tienen su lugar los que tienen retraso mental –los idiotas, en esta película danesa del año 2000–, y no se trata de un espacio apartado, pero sí de un lugar que tiene las características de un rincón nada iluminado. Von Trier pone el dedo en la llaga, y lo pone con toda cautela y precisión: no hace un filme de denuncia, va más allá de eso; lo que hace este director es subrayar la incomprensión humana de las grandes ciudades disfrazada de una lástima lacerante para quienes son, de alguna manera, «diferentes».
Y mi cerebro acabó dando vueltas porque la realización del filme está hecha bajo los presupuestos del Dogma 95 que, entre otras cuestiones, obliga a quien se ciñe a esta propuesta, a filmar películas con una sola cámara, llevada al hombro, por lo que la imagen se mueve de un lado a otro, va de arriba a abajo, en un movimiento que se antoja no va a acabar nunca.

«Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida –no tú ni yo–, la vida, sea para siempre»
Jaime Sabines, «Me encanta Dios»

(Para los que pasan por aquí y vivan en Guanatos y todavía no lo sepan, Los Aterciopelados estarán en la FIL dando un concierto gratis en la explanada)

 

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