El escritor maldito de estos lares
Bernardo Couto Castillo, el escritor maldito mexicano de la segunda mitad del siglo XIX, es un autor casi desconocido. Couto, ante el avasallamiento de escritores «de prestigio» –como marca comercial– por estos días aciagos, no aparece en el mapa de la narrativa mexicana. Es un desconocido excepcional, sus cuentos son cortos, pero dispuestos a dejar salir a la menor provocación un universo imposible de aprisionar al primer intento. Couto, que dejó un sinnúmero de estos textos, murió tan sólo a los 22 años de edad, por el abundante alcohol, drogas y noches de fiesta; antes, siendo adolescente, se había fugado del parvulario. No obstante su desafinada juventud, su narrativa cuentística fue prolífica, bien hecha, contundente.
A la manera de los poetas malditos franceses –Rimbaud, Baudelaire–, Couto llevó una vida turbulenta interior y exteriormente, pero le alcanzó el tiempo para dejar, letras de por medio, su genialidad, atisbos de su locura creacional, huellas que no obstante haber sido trazadas a la intemperie todavía pueden encontrarse si se pone un poco de atención.
Tan sólo por mencionar algo, en «Rojo y Blanco» este escritor mexicano inaugura, podría decirse, una nueva poética del crimen: da a luz la estética del asesino que cuida los detalles, del asesino que desnuda a una mujer, la acomoda sobre un lecho, la mira con paciencia y ojos tristes, para al fin atravesarle la garganta con un cuchillo: los trazos de esa pintura, como letras hechas con el cincel que prefigura el letrero que ha de colgarse sobre la puerta que da a la calle con el cometido de que pueda visualizarse apenas se ha dado vuelta a la esquina, sorprenden y llevan al ensimismamiento. En su pretensión de dar muerte está avientrada la intuición de lo plástico como belleza suprema, la conciencia de una nueva manera de creación.
Couto no escribió más que cuentos, que comenzó a publicar en revistas culturales de la época cuando tenía apenas 14 años; en aquel tiempo se le tachó de ser un escritor vulgar, malo, inconsciente, inconsistente, por tratar temas de esa manera descarnada y desenfadada. Aún así, siguió creyendo en su escritura, y murió escribiendo, muerto ha escrito. Los pocos que han leído parte de su obra coinciden en la genialidad modernista de Couto.
En Factoría Ediciones, colección «Serpiente emplumada», Ángel Muñoz Fernández ha publicado sus «Cuentos completos», libro que se puede adquirir por Internet.
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